Compartir el pan.
Desde los orígenes de la historia el hombre para demostrar su amistad ha compartido su comida. No en vano, la palabra “compañero” significa literalmente compartidor de pan. Compartir la comida no es algo que se haga solamente en el género humano, otras especies en el cortejo previo al apareamiento entregan las mejores piezas a la hembra para convencerla de su superioridad ante los competidores.
Las costumbres en la mesa han ido evolucionando a la vez que la cultura de la época. Desde que en el siglo XIX, el gastrónomo francés Brilllant-Savarin afirmara que “recibir a alguien como nuestro invitado equivale a responsabilizarse de su felicidad durante todo el tiempo que permanezca bajo nuestro techo”, estaba expresando una regla que desde el principio de los tiempos ha sido sagrada. Las normas de protocolo no deben nunca ser incompatibles con el buen humor y la simpatía, un exceso en la aplicación de estas normas, puede desembocar en una rigidez incómoda para todos los que comparten mesa. Si la tensión de los presentes aumenta por algún tema que los enfrenta, lo mejor es cambiar inmediatamente de tema, recurrir al sentido del humor y relajar las normas de protocolo manteniendo sólo las normas básicas de educación.
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